Historias de solidaridad: el caso de Francisco Gallo
“El bien al prójimo es un búmeran”, afirmó Francisco Gallo. Él tiene una juguetería en el centro de Neuquén, el año pasado tres chicos le rompieron la vidriera para robarle pero los perdonó y les regaló los muñecos “Estos niños no buscaban plata, buscaban su infancia”, indicó el comerciante.
Todo ocurrió un viernes a las cuatro de la mañana en la juguetería “Rincón de Ocio”.Tres chicos rompieron la vidriera con una piedra y robaron muñecos. Un patrullero que estaba cerca los persiguió y capturó a 150 metros del local. Ahí fue cuando apareció Francisco, quien expresó que nunca podrá olvidar la imagen de los niños contra el patrullero, con las manos en alto, la cabeza gacha y temblando como una hoja. Ese momento marcó un antes y un después. Esta fue una oportunidad para aprender, para modificar algo tanto para él como para los niños.
“Lo normal es que a las 4.30 de la mañana hubieran estado en sus casas, durmiendo calentitos, después de haber tenido un día feliz. Pero estaban en la calle, con todas sus carencias, tratando de tener un peluche y tener su infancia. Yo no los premié regalándoles esos juguetes. Sólo traté de darles una oportunidad”, contó conmovido. Pidió que los dejaran ir, y además, les envío los juguetes que habían sustraído. Luego los chicos volvieron a pedirle perdón.
Hay niños que entre todas sus necesidades precisan visibilidad. Después de lo sucedido la chica que tenía 15 años en ese momento tuvo la posibilidad de aprender un oficio y seguir estudiando. La madre de una de las chicas no tenía trabajo, pero cuando la noticia tuvo repercusión en los medios locales alguien se acercó para ofrecerle un empleo en un restaurante. A veces una pequeña acción desenlaza valiosos resultados para los involucrados y para los demás, porque concientiza, conmueve y ayuda a pensar. Cuando uno humaniza, las cosas cambian.
A partir de esta acción nació “De un amigo para un amiguito” un Facebook que invita a ser solidario y a compartir acciones de ayuda especialmente a los niños, bajo la premisa que lo que no usas lo puede necesitar otra persona. “Les tenemos que devolver una parte de esas infancias perdidas”, finalizó Francisco.